fbpx

La presión de leer: ¿placer o obligación?

Durante el invierno estuve asistiendo a un club de lectura organizado por la biblioteca. Me gustaba porque me forzaba a leer libros que de otra forma no habría elegido. Sin embargo, este mismo hecho me generaba cierta presión: leer no sólo por el placer de hacerlo, sino para cumplir con las expectativas del grupo. Cierto es que algunos libros los dejé a medias, y que otros me costaron más de lo que hubiera querido, pero la necesidad de no quedar atrás me hacía continuar.

Cuando el club terminó, nos avisaron de que había lista de espera para el curso siguiente. No he podido continuar, y me he dicho que quizás mejor así. Esta pausa me ha llevado a reflexionar sobre cómo gestiono mis lecturas. Tengo otros compromisos lectores: un club de lectura en el trabajo, otro online, y los libros que leo por mi cuenta. Esto hace que deje muchos libros a medias por falta de tiempo, y quizás tocaba parar. Esta situación se ve reflejada también en mi experiencia con Goodreads, donde veo el progreso en mi «reading challenge».

Según el reto de lectura del 2024 en Goodreads, he leído 14 libros de 20. Yo misma marqué ese objetivo, una cifra que parecía razonable al principio, pero que ahora me empieza a pesar. El año pasado leí 21 libros, y este año me pregunto si leo para disfrutar o alcanzar una meta numérica. Son casi 5.500 páginas en total. Algunas obras se han quedado a la mitad, pero la aplicación no las cuenta si no las he terminado. Es curioso como una herramienta que pretende organizar lecturas puede convertirse en una fuente de presión. Los libros dejados a medias los clasifico en una balda separada, sin darle mucha importancia, aunque a menudo me recuerdan las expectativas no cumplidas.

Sabina Urraca se pregunta: “por qué debe leer obligada y “por qué debe leer obligada y pasándolo mal” para conseguir leer 100 libros al año? Yo, como ella, leo en temporadas. Hay semanas en las que devoro libros y me faltan paradas de tren, ya que aprovecho los trayectos al trabajo para leer, mientras que otras semanas miro mi estantería llena de libros cuidadosamente elegidos sin ser capaz de elegir ninguna. Este ritmo de lectura refleja la presión no sólo de leer más, sino también de leer aquellos libros que se considera que deben leerse.

Los momentos críticos llegan con las listas de libros para el verano o las novedades literarias del año. Estas listas generan una sensación de urgencia, como si tuviéramos que ser capaces de leer más, de leer a los clásicos o lo nuevo. Es aquí donde se plantea de nuevo la cuestión: ¿leemos por placer o por cumplir con expectativas externas? ¿O peor aún, por demostrar algo? ¿Para tener cultura?

Las redes sociales no ayudan. No sólo nos llegan listas de lectura a través de webs especializadas, o de lifestyle sino también en las redes sociales. Booktubers, influencers que recomiendan libros o todos los amigos y conocidos que comparten lo que leen. Y tú no serás menos, debe demostrarse que leemos y que leemos mucho, porque no serás menos que el resto. ¿Estamos leyendo por placer, para aparentar o para crear una marca? Acepto que muchas veces, mientras voy haciendo scroll en la pantalla, me detengo a mirar qué leen los demás, o qué recomiendan. Me siento poco culta cuando son libros clásicos y siento cierta necesidad de leer algunos de los libros, haciendo crecer mi lista de pendientes.

Aunque no le doy importancia a GoodReads, sí es cierto que apunto allí las lecturas que me gustaría hacer. Hasta hace poco nadie me seguía, y yo no seguía a nadie. Así que me daba igual qué libros ponía en la lista de pendientes. Desde que estoy en los clubs de lectura que me han empezado a seguir compañeras de lectura. Y ahora, cuando doy el paso de marcar algunas lecturas, me lo pienso dos veces. ¿Qué imagen tendrán de mí si ven que estoy leyendo ese libro que cualquier literato consideraría de baja calidad, o de poca categoría literaria? Y pondría una reseña sólo para justificarme. ¿No he dicho más arriba que no seguía las modas que leía por placer? Entonces, ¿por qué debe preocuparme?

La idea del “Reading Rhythms”, cafeterías donde se lee, me atrae mucho. Leer por leer, sin objetivos ni presiones numéricas. Conectar de nuevo con el placer original de la lectura, un placer que a menudo se pierde entre las listas de libros pendientes y los retos anuales.

En la biblioteca también se podría hacer, pero echo de menos la imagen romántica del té junto al libro, de sentarme en posiciones cómodas y extrañas a la vez, como hago a menudo en casa. Cuando no tengo una cafetería disponible, lo hago en el sofá de casa, con la tele simulando una chimenea. Es un gesto simple, pero que tiene un impacto significativo: que los menores de casa también lean.

Me siento más tranquila cuando escucho a Miquel Missé en la radio diciendo, con soltura: «No ens foteu ni puto cas«. Una afirmación que me recuerda que, en el fondo, la lectura debería ser una experiencia personal y libre de presiones externas.

Leave a reply

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.